martes, 29 de marzo de 2011

EL PADRE DE BLANCANIEVES


Acabo de concluir la lectura de EL PADRE DE BLANCANIEVES, de Belén Gopegui (Compactos Anagrama, 341 páginas).

Una profesora de instituto espera en su casa a que el repartidor del supermercado le traiga la compra. El repartidor se retrasa y ella se marcha. Horas después encuentra que le han dejado la compra a unos vecinos y se han estropeado los productos congelados. Llama al supermercado para quejarse. Al día siguiente, la profesora aún no se ha quitado la camiseta de dormir cuando llaman al timbre; es el repartidor del supermercado, un hombre de Ecuador. El hombre le dice que por causa de su llamada telefónica le han despedido. La profesora lamenta el incidente, pero el hombre insiste: ella es responsable de su despido, debe encontrarle otro empleo.

A partir de ese momento, la vida de la profesora se ve afectada, y con ella, la vida de su familia. En el cuento tradicional, el padre de Blancanieves está en el castillo, asiste a las maquinaciones de la madrastra pero guarda silencio. ¿Por qué no advertimos que estaba ahí? ¿Existe la clase media o es una ficción hermosa y triste? ¿Puede el padre de Blancanieves llevar su ánimo a la altura de su espíritu? La autora prosigue su certera indagación en las fronteras que unen y separan las habitaciones privadas y los espacios públicos; un proyecto narrativo sin parangón en nuestras letras.



Belén Gopegui (Madrid, 1963)

Es hija del científico aeroespacial Luis Ruiz de Gopegui. Se licenció en Derecho la Universidad Autónoma de Madrid, pero antes de terminar sus estudios universitarios ya había decidido que lo que de verdad quería era ser escritora. "Estaba en cuarto de carrera, y leer cada vez me gustaba más. Estudié Derecho porque, bueno, porque entonces pensaba en ideales de justicia, arreglar el mundo, todo eso. Pero empecé a darme cuenta de que leer y escribir me gustaba demasiado. Acabé los estudios, se hilaron bien las cosas, empecé a colaborar en revistas, y pude ir sobreviviendo".Durante un tiempo se dedicó a reseñar obras y hacer entrevistas para diversas publicaciones, como el suplemento de libros de El Sol, hasta que aparece su primera novela, La escala de los mapas en Anagrama, apoyada por la escritora Carmen Martín Gaite. De sus libros ha sido elogiada la madurez de su prosa y de sus planteamientos literarios, las estructuras narrativas tan originales, la brillantez de sus metáforas, en donde asoma una comprensión más que superficial del mundo y del léxico científico y su carácter intimista y poético. La narrativa de Gopegui ofrece una mirada reflexiva sobre el mundo. La autora también se ha dedicado a la escritura de guiones cinematográficos de las películas La suerte dormida (2003) de Ángeles González Sinde y El principio de Arquímedes (2004) de Gerardo Herrero.

En 1992 publicó la novela La escala de los mapas, que tuvo una extraordinaria acogida: «Fuer­­za arrebatadora... Lo asombroso de esta novela es la originalidad de sus estrategias narrativas, en consonancia con el ritmo de su prosa» (Carmen Martín Gaite). Después de su interesante segunda novela, Tocarnos la cara (1995), con la tercera, La conquista del aire (1998), dio un definitivo paso adelante: «Perfectísima novela» (Francisco Umbral). En 2001 escribió su cuarta novela, Lo real: «Belén Gopegui es quien hace un empleo más afortunado y cabal de la novela como instrumento de indagación, reflexión e interpelación políticas, entendido este término en su más amplio sentido: el relativo a las cuestiones de la polis» (Ignacio Echevarría, El País). Su quinta novela fue El lado frío de la almohada: «La única sorpresa que nos puede deparar cada nuevo libro de Belén Gopegui no es la de su calidad –siempre indiscutible– sino conocer su verdadero acierto» (Rafael Conte, El País). Y en 2007 escribió la sexta novela, El padre de Blancanieves: «Una obra seria e importante que debe leerse, porque, además de resultar amena por el interés de la trama que la alimenta, urge a reflexionar sobre la realidad» (Santos Sanz Villanueva, El Cultural); «El lector será seducido por una prosa que busca mostrar la realidad como en determinadas obras de Godard o del cine de Kluge, Fassbinder, etc.» (Joaquín Arnáiz, La Razón); «Con esta novela alcanza su cota más ambiciosa» (Rafael Conte, El País). Sus novelas han sido traducidas al chino, al francés, al italiano, al turco, al alemán, al portugués, al polaco, al finlandés, al serbio y al neerlandés.

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