domingo, 27 de diciembre de 2009

El contador de historias


Acabo de concluir la lectura de "El contador de historias", de Rabih Alameddine (Debolsillo-Premium, 662 página).

Escuchad. Dejad que os guíe en un viaje hacia los confines de la imaginación. Dejad que os cuente una historia...

Así empieza a hablar Osama, el hombre recién llegado a Beirut que a lo largo de estas páginas nos desvelará los secretos de su estrafalaria familia y muy en especial del abuelo, un hombre que había dedicado su vida al ilustre oficio de contar historias en bares y mercados. Nadie como él sabía hablar de héroes y villanos, de princesas y esclavas, de tesoros ocultos en ciudades encantadas; nadie sabía mezclar tan sabiamente los hilos de la realidad y la leyenda; nadie, en fin, mejor que él para hacer de la vida un cuento mágico. Osama decide seguir los pasos del abuelo y El contador de historias es su manera de llevarnos a un mundo donde todo es posible, incluso la felicidad.



Rabih Alameddine tardó años en descubrir cuál era su vocación. Tras dejar Líbano cuando tenía diecisiete años e instalarse en California, se licenció en ingeniería porque le gustaban las matemáticas, pero pronto abandonó la profesión. Intentó luego interesarse por la psicología clínica, y finalmente se dedicó algunos años a la pintura, solo para descubrir que nunca destacaría en este campo.

Un día, cuando ya estaba cansado y deprimido, probó suerte con la escritura y se dio cuenta de que ese era el oficio al que quería dedicar el resto de su vida. Empezó publicando una novela titulada Yo, la Divina y una colección de cuentos.

Después de años de intenso trabajo, con El contador de historias ha logrado que tanto la crítica más exigente como el público valoren su trabajo. Traducida a diez idiomas y alabada por la prensa internacional, esta es la novela que está destinada a convertirse en Las mil y una noches del siglo XXI.

martes, 15 de diciembre de 2009

De parte de la princesa muerta


Acabo de concluir la lectura de “De parte de la princesa muerta”, de Kenizé Mourad, que me prestó mi hija (Muchnik Editores 1988, 584 páginas).

De parte de la princesa muerta es la historia de Selma, una historia que parece sacada de las Mil y una noches moderno, con la llegada a Estambul de las potencias victoriosas (Turquía era aliada de Alemania), la revuelta de Kemal Atatürk, la expulsión de la nobleza que se desparrama por todo el Mediterráneo y, particularmente, en un Beirut brillante, bajo una fuerte influencia francesa, escenario de los varios movimientos panárabes.

La segunda parte del libro se desarrolla en el Líbano. Selma llega a la edad de casarse y, después de varias aventuras amorosas frustradas, acepta unirse a un rajá de la India musulmana, donde tiene lugar la tercera parte del libro, una India atormentada por los movimientos independentistas, la rivalidad religiosa, el pacifismo a ultranza del mahatma Gandhi.

Finalmente, encinta de varios meses y hastiada de la corte de rajá, Selma consigue marcharse sola a París para dar a luz sin peligros clínicos. Y es París el marco de la cuarta y última parte de esta novela apasionante, un París ocupado por los nazis en el que Selma, empobrecida hasta la miseria y acompañada sólo por el eunuco de la familia, vive su único gran amor y tiene a Kenizé.



Hija de un princesa y un rajá,
Kenizé Mourad nació en París en 1942, fue educada en un orfanato dirigido por religiosas e ignoró hasta los quince años quiénes eran sus padres biológicos. En la búsqueda de sus raíces, a los veintiún años, viajó a la India para conocer a su padre, Amir. Lejos de adaptarse a ese país, Mourad regresó a París para conquistar su libertad y ganarse la vida como vendedora de chocolatinas en la ópera, azafata y periodista en el Nouvel Observateur, en cuya redacción trabajó doce años.

De parte de la princesa muerta, arranca con la necesidad de investigar la figura de su madre, la princesa Selma de Turquía, hija de Mourad V, el último sultán. Tras examinar durante cuatro años bibliotecas y archivos, estudiar los periódicos de la época y pasar largas temporadas en los lugares donde vivió su madre, Kenizé Mourad consiguió reconstruir la vida apasionante de una mujer intrépida que eligió la libertad a costa de la pobreza, haciendo de esta historia un best-séller que ha captado la atención de millones de lectores en todo el mundo.

parte del libro, unaIndia atormentada por los movimientos independentistas,

martes, 8 de diciembre de 2009

Vida y destino


Acabo de concluir la lectura de “Vida y destino”, de Vasili Grossman (Debolsillo Premium, 1120 páginas).

La batalla de Stalingrado, sin duda la más sangrienta de la historia, fue una verdadera “guerra de ratas” en la que se luchó calle por calle y se murió casa por casa. Durante el cerco, los miembros de la familia Sháposhnikov, dispersos de Alemania a Siberia, buscan una salida a sus vidas, un destino mejor. La acción transcurre entre dormitorios, nidos de francotiradores, laboratorios científicos, gulags, e incluso nos acerca a las mentes de Hitler y Stalin.

Vida y destino es una novela profunda que retrata el dolor humano, y un conmovedor ajuste de cuentas con las fuerzas oscuras que dominaron el siglo XX.

“Vida y destino, como Ulises, como Guerra y paz, como En busca del tiempo perdido, como Al faro, nos devuelve la conciencia del poderío de la novela como forma suprema de narración del mundo. Palabras mayores.” (Antonio Muñoz Molina)



Vasili Grossman
nació en 1905, en Berdíchev, en la actual Ucrania. Durante la Segunda Guerra Mundial trabajó de reportero para el Krásnaya Zvezdá, el periódico oficial del Ejército Rojo. Cubrió la batalla de Stalingrado y fue el primero en dar a conocer al mundo la existencia de los campos de exterminio nazis.

Su obra cumbre, Vida y destino, fue considerada una amenaza para el régimen soviético, tan peligrosa que no solo fue prohibida sino que se confiscaron incluso las cintas de la máquina de escribir en la que había sido redactada. Grossman murió en Moscú en 1964, sumido en el ostracismo, y no llegó a verla publicada.

En 1980, gracias a una copia del manuscrito que pudo ser recuperada, Vida y destino se editó en Suiza, tras lo que se convirtió inmediatamente en una obra literaria de referencia mundial.