martes, 16 de junio de 2009

Islas a la deriva


Acabo de concluir la lectura de "Islas a la deriva", de Ernest Hemingway (Debolsillo, 526 páginas).

La historia de un artista y aventurero, Thomas Hudson, cuya personalidad recuerda mucho a la del propio Hemingway.

Publicada por primera vez en 1970, nueve años después de la muerte del autor, Islas a la deriva cuenta la historia de un artista y aventurero, Thomas Hudson, cuya personalidad recuerda mucho a la del propio Hemingway. La novela arranca en 1930 con las experiencias del protagonista como pintor en la isla de Bimini, situada en plena corriente del Golfo, para detenerse en sus actividades antisubmarino cerca de la costa de Cuba durante la Segunda Guerra Mundial. En esta novela póstuma, cuyo manuscrito dejó en Cuba, encontramos lo mejor de la madurez de Hemingway.

«Esta es para hablarle de un hombre joven que se llama Ernest Hemingway, que vive en París, escribe para la Transatlantic Review y tiene un brillante futuro... Yo trataría de encontrarlo enseguida. Él es el mejor.»

Carta de F. SCOTT FITZGERALD a MAXWELL PERKINS, editor de CHARLES SCRIBNER' SONS, 1924



Ernest Hemingway, nacido en 1899 en Oak Park, Illinois, forma parte ya de la mitología de este siglo, no solo gracias a su obra literaria sino también a la leyenda que se formó en torno a su azarosa vida y a su trágica muerte. Hombre aventurero y amante del riesgo, a los diecinueve años se enroló en la Primera Guerra Mundial como miembro de la Cruz Roja. Participó en la guerra civil española y otros conflictos bélicos en calidad de corresponsal. Estas experiencias, así como sus viajes por África, se reflejan en varias de sus obras. En la década de los años veinte se instaló en París, donde conoció los ambientes literarios de vanguardia. Más tarde vivió también en lugares retirados de Cuba o Estados Unidos, donde pudo no solo escribir sino también dedicarse a una de sus grandes aficiones, un tema recurrente en su producción literaria: la pesca. En 1954 obtuvo el Premio Nobel. Siete años más tarde, sumido en una profunda depresión, se quitó la vida. Entre sus novelas destacan Adiós a las armas, Por quién doblan las campanas o Fiesta. A raíz de un encargo de la revista Life escribió El viejo y el mar, por la que recibió el Premio Pulitzer en 1953.

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