sábado, 28 de marzo de 2009

A las nueve de la noche

A las nueve de la noche, minuto más o menos, con puntualidad germana, enfilo la mitad de mi paseo nocturno por el tramo que va desde la Plaza de Toros cubierta –ahora pomposamente denominada “León Arena”- a la Iglesia de San Claudio. Ese tramo, de unos 400 metros, aparece siempre solitario y los pocos viandantes que por ahí circulamos lo hacemos con paso prieto ansiosos por llegar a casa.

Desde hace unos meses me ha llamado poderosamente la atención la figura de una mujer joven, espigada, vestida con pantalones vaqueros, que al cruzarse conmigo baja la cabeza como queriendo ocultarse a mi mirada. Camina muy despacio y suele consultar con frecuencia el móvil que siempre lleva en la mano. A veces, se detiene a encender un cigarrillo mientras con gesto disimulado escruta ambos lados de la calle.

La he visto alguna vez dentro de una cafetería, con un café en la mano, siempre sola. Nunca he visto pararse ningún coche a su altura, ni entablar conversación con nadie, pero mi intuición me dice que espera a alguien. Me gustaría equivocarme pero creo que se dedica a la prostitución callejera. Tal vez movido por un sentimiento de compasión y rabia me decidí a dedicarle estos modestos versos.



Con paso lento, cabizbaja, camina segura,
escondiendo a los transeúntes su mirada
de puta callejera, de esclava irredenta
del sexo fácil que le atrapa, expectante,
ansiosa de la cita que le salve la noche,
que le permita alimentar su mañana.

Hace tiempo, siempre en el mismo lugar
sombrío y solitario, nueve de la noche,
en la mitad de mi paseo me topo con ella,
fantasmal, rodeada de un halo de misterio,
embutida en sus vaqueros, subida la solapa
del chaquetón y con las manos dentro.

A veces la observo inquieta consultar el móvil,
encender un cigarrillo, tomar un café, de pie
en la barra de alguna cafetería, en silencio,
inexpresiva, siempre sola, esperando
que llegue el cliente, que pare el coche y
arranque con ella dentro a practicar sexo.

Vicio o necesidad, que mas da, ya se rindió
hace tiempo, así es más fácil, sin vergüenza
ni temor a ser reconocida, a marchitar su joven
cuerpo y vivir al día, sin pensar en ello, sin que
vanas ilusiones se interpongan en el camino
elegido, que por ser suyo lo considera bueno.

1 comentario:

  1. Hermoso, de verdad...

    Lo eché mucho de menos (usted ya sabe que yo soy así de tontina)

    Besitos

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