viernes, 13 de febrero de 2009

Una soleada tarde de invierno



Hoy me tocó ir al Centro de Salud por recetas, cosa que absurdamente tengo que hacer todos los meses a pesar de tener un tratamiento de por vida al ser un enfermo crónico. Como novedad el nuevo ascensor “parlante” con acento sudamericano, faltaría más, y mis primeras recetas de pensionista que me eximen de pagar los medicamentos. Alguna ventaja tendría que tener el estar jubilado.

De camino, observo como una joven mamá se esfuerza en colocar a su infante en el asiento posterior del coche sin preocuparse de exhibir su porción de trasero embutido en un diminuto tanga azul ante los ojos de los viandantes. Pena de trasero, pena de tanga, no llama nada la atención, no despierta libido alguna.

Más adelante me encuentro con una mujer madura, seguro cobaya de algún tratamiento de fertilidad, acompañada de sus tres criaturas de no más de un año, idénticas, graciosas, tirando cada una por su lado, mientras la madre, impasible, empuja el cochecito de tres plazas vacío. La he visto en otras ocasiones, con los niños recién nacidos, siempre sola. ¿Cómo se las arreglará para atender a los tres? Hay que desear mucho la maternidad para someterse a semejante esclavitud.

Es la hora de la salida de los colegios y es viernes, por lo que los rostros de los adolescentes son la viva expresión de la felicidad. Parejas de ancianos que aprovechan la soleada tarde para estirar las piernas y ejercitar sus doloridas articulaciones. Mujeres saliendo del supermercado cargadas de bolsas cuyos rostros delatan hastío. En casa las espera más de lo mismo, el cuidado de los hijos y las “labores del hogar”. Lástima de juventud perdida.

El despistado de mi hijo ya está en Aranda desde hace un buen rato, se había olvidado llamar. Tenemos una pequeña tregua hasta que mañana emprenda viaje a León. Espero que lo pase bien con los antiguos compañeros del departamento de investigación de PASCUAL, los “pascualines”, y disfrute del consabido lechazo. Hijo aprovecha la vida a tope mientras puedas, que el tiempo pasa volando y los años te vuelven apático y rutinario.

A la hiperactiva de mi hija no la tengo que aleccionar, se lo monta de vicio. No para, es culo de difícil asiento. Mañana se marcha a Valladolid a casa de una amiga y al día siguiente se reune en una comida con los antiguos compañeros de trabajo de Arévalo. Tiene ya programados los viajes para todos los fines de semana, “puentes” y vacaciones hasta final de año, y entre semana, después del trabajo, a clases de guitarra eléctrica, pilates, yoga y natación. ¿Se puede pedir más? Acaba de comprarse un globo terráqueo, grande y con luz, para señalar en él todos los lugares del planeta que ha visitado. ¡Es que mi hija es la leche!

1 comentario:

  1. Claro que se puede pedir más!!
    Nunca ha pensado en pedirle nietecitos??? A ver si de una vez por todas sienta cabeza...
    ;)
    (lo digo por la "niña")

    Me voy a estudiar.
    Besitos de bona nit

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