miércoles, 11 de febrero de 2009

De compras en Milán





Viajé a Milán en varias ocasiones a finales de los 70 y primeros de los 80. Por entonces, era Director de Marketing, en Madrid, de una firma de perfumería propiedad de la famillia Visconti di Modrone, de gran arraigo histórico en la ciudad, y de cuya dirección se ocupaba Barnabo, que ostentaba el título de Duque de Milán.

Aterrizaba en el aeropuerto de Linate, con más pánico que otra cosa -casi siempre había niebla-, y allí me esperaba un coche de la empresa para trasladarme a las oficinas de la Vía Benigno Crespi. En la recepción, y en lugar bien visible, un panel indicaba los "egregi visitantes" del día. Mi nombre, precedido del correspondiente "doctore" y lugar de procedencia era uno de ellos.

Trabajo, discusiones, problemas por resolver, todo se compensaba a la hora de la comida, en buenos restaurantes, disfrutando como un enano del "antipasto", las múltiples variedades de pasta, los patés, las milanesas, el osobuco, y un largo etc. Al concluir la jornada, la dirección me ofrecía una secretaria para acompañarme al hotel, enseñarme la ciudad y orientarme en mis compras para la familia. Solo lo acepté en un par de ocasiones, después prefería ir a mi aire y desconectar un poco.

Tratándose de viajes de trabajo se conoce poco la ciudad y se disfruta menos aún, de lo único que tienes ganas es de estar de regreso en tu casa. No obstante, un lugar me dejó prendado en Milán, la Galería Comercial de Víctor Manuel II, con entrada por la Plaza del Duomo . Es una maravilla, y en algunas de sus múltiples tiendas de postín realizaba mis compras, principalmente artículos de seda para mi mujer y algunos encargos inevitables de compañeros de la empresa.

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